FAUSTINO PARRA

31.07.2015 12:48

FAUSTINO PARRA

 

En las últimas décadas del siglo 19 en Venezuela la anarquía, la inestabilidad política y la violencia eran las protagonistas. No había un Estado suficientemente consolidado que impidiera los desmanes de quienes “a la brava” quería obtener las cosas. Yaracuy no fue la excepción. La ubicación geográfica y la característica de una zona privilegiada en el área agropecuaria, bajo el esquema latinfundista, hace de estas tierras prácticamente frentes de batalla.

El eje cafetalero que comprendía los poblados desde Chivacoa hasta San Felipe estaba en pleno apogeo, siendo Guama e Iboa zonas ricas en plantaciones de este rubro lo que generaba la más importante fuente de ingresos. Esto, a la par del considerable movimiento comercial que se producía en la cercana población de Puerto Cabello, lo hacía el sitio propicio para cruentas afrentas y la efervescencia política.

El eje cafetalero que comprendía los poblados desde Chivacoa hasta San Felipe estaba en pleno apogeo, siendo Guama e Iboa zonas ricas en plantaciones de este rubro lo que generaba la más importante fuente de ingresos. Esto, a la par del considerable movimiento comercial que se producía en la cercana población de Puerto Cabello, lo hacía el sitio propicio para cruentas afrentas y la efervescencia política. Y es que en esta época predominaba un sistema político apoyado por los pactos entre caudillos, con las imposiciones de un régimen latifundista. Este fue el tiempo en el que Faustino Parra tuvo sus andanzas por todo lo largo y ancho de lo que hoy se conoce como municipio Sucre, cuya capital es Guama.

Este personaje pudiera catalogarse como un Robin Hood criollo o un guerrillero social. Faustino existió realmente, pero sobre él se han tejido una serie de mitos y leyendas, difíciles de creer y científicamente imposibles de comprobar. Él era liberalista que estaba en contra de “los gobernantes andinos” que se disfrazaban como tales; un protector de los humildes, pero también de los poderosos. Conformó una montonera, lo cual no es más que un grupo de hombres armados que junto a él luchaban, para defender a quienes no tenían el valor de enfrentarse en aquel ambiente de violencia desmedida basado en la lucha de poder.

Y como los comerciantes acaudalados se sentían agradecidos con Faustino, le daban todo lo que él pedía, y éste a su vez lo repartía entre los más necesitados. Era temible, ninguno de los que se enfrentaban a él podían derrotarle. Era de tiros certeros. Salía airoso de todas sus batallas y luchas.

 

 

Nació en 1858. Fue un zambo que recorrió todo su entorno desempeñándose como jornalero y pisatario. Vivía a ratos en un lugar que se conocía como Las Pavas, donde llegó al mundo, cercano al caserío Caicara, con salida a La Legua. Tuvo mujeres, pero no compromisos. No procreó hijos, una vida errante como la de él le impidió asumir esa responsabilidad. Sobre él, estando aún con vida, se hablaba mucho, más que todo de unos poderes sobrenaturales que tenía. Decían que a Faustino no le entraban balas. También que tenía una cobija que hacía que los tiros no penetraran en su cuerpo, y que la Reina María Lionza le había otorgado una cruz de “palo solo” que lo protegía de manera especial.

Ya para finales del siglo 19 y principios del siglo 20 la ola violenta que arropaba al país comenzó a mermar. El Estado tomaba más fuerza y ya comenzaba a controlarse la anarquía existente. Una figura como la de Faustino Parra no era del todo necesaria para muchos quienes querían ser los héroes de la pacificación. Su sola presencia era un estorbo. Como sucedió a muchos personajes emblemáticos como Faustino, su final estuvo signado por la traición. Algunos de los que estaban con él ayudaron a acabar con su vida. Ser un héroe popular tiene su precio. Pero nadie podía matar a Faustino a balazos, en una lucha, nadie lo vencería de esta manera. Su muerte ocurrió en 1904, aparentemente el cuatro de julio.

Como todos los días él pasó al anochecer en la casa de una comadre que habitaba en el poblado de Pereira. Allí en esa ocasión comió y bebió. Todo parece indicar que le dieron un somnífero (opio posiblemente). Se dirigió hasta su humilde morada en Las Pavas donde agarró un profundo sueño. Fue ese el momento en el que una “comisión” llegó y lo mató a machetazos. Lo sacaron por la quebrada del Hatico, allí lo picaron, trasladándolo hasta el cementerio. Las proezas, el temple y la entrega por los demás inmortalizaron a Faustino Parra. De dos maneras está presente en el corazón del municipio Sucre. 

Del lado animista-cristiano es admirado y recordado. Desde hace al menos 18 años a principios de año se hace el Velorio a Faustino Parra en la población de Caicara, donde las décimas, el baile, los rosarios, la chicha y el sancocho son los protagonistas. También hay un velorio encarnado por quienes se inclinan al lado esotérico. Éste se realiza en el mes de septiembre. Sea de la manera que sea Faustino Parra está en el corazón de los guameños, forma parte de su identidad, de su idiosincrasia, quedó para la posteridad. Su vida ha sido tema central de investigaciones serias y muy profundas. Una de éstas la hizo Ramón Avendaño, historiador nacido en Guama, pieza clave para poder llevar hasta ustedes este relato.